Apego y su relación con la personalidad
Los seres humanos han nacido con la tendencia innata de apegarse a una persona protectora que lo cuida. El apego es el vínculo emocional entre el niño y el progenitor, es importante entender el impacto de este vínculo en el desarrollo de los niños pequeños.
El apego hacia un cuidador protector, ayuda a los lactantes a regular sus emociones negativas en momentos de estrés y angustia además de explorar el medioambiente, incluso si contiene estímulos un tanto atemorizantes. El apego, es considerado una importante piedra angular para el desarrollo de la vida del niño.
Es posible distinguir 4 formas de apego, con base en las reacciones de los lactantes a la reunión con los padres u otro cuidador.
Apego Seguro
Los lactantes que buscan activamente la proximidad con sus cuidadores al reunirse, comunican sus sentimientos de estrés y angustia abiertamente y luego regresan sin problemas a la exploración.
Apego Evitativo
Los lactantes que no parecen estar angustiados e ignoran o evitan al cuidador después de que se les reúne.
Apego Ambivalente
Los lactantes que mantienen fuertemente el contacto, en combinación con resistencia al contacto, o permanecen inconsolables sin ser capaces de retornar a la exploración del medioambiente.
Apego desorganizado
Descrito en los niños y relacionado con estados mentales de duelos y traumas (maltrato, abuso) no resueltos en los cuidadores principales. El niño ve el conflicto, pero todo el encuadre experiencial se vuelve caótico.
Función Reflexiva en el apego
El concepto de Función Reflexiva fue descrito por primera vez por Fonagy, Steele y Moran en el año de 1991. Surgió de investigaciones que exploraron los mecanismos subyacentes en la transmisión intergeneracional de los patrones de apego.
La función reflexiva se define cómo la capacidad de tener conciencia sobre los estados mentales de uno mismo y de los otros, de considerar la influencia mutua entre los estados mentales y los comportamientos.
Este proceso no es únicamente cognitivo, dado que su desarrollo comienza con el “hilar” de los afectos en los primeros vínculos del ser humano y se sigue construyendo con el transcurrir de la experiencia.
Esta capacidad que se adquiere entre los tres y cuatro años de edad, aunque algunos investigadores afirman que se vislumbra desde los primeros meses de vida y que sólo surge en el marco de relaciones de apego seguras.
Un adulto cuidador “reflexivo” incrementa la probabilidad del apego seguro del niño, el cual, a su vez, facilita el desarrollo de la capacidad de mentalizar, además de proveer un contexto también seguro para que el niño explore la mente del cuidador y de esta manera aprenda sobre interacciones y patrones de comportamiento como parte de su personalidad en el futuro.
Los padres o cuidadores pueden recordar esos primeros momentos con su bebe, cuando se percataron de su sonrisa en respuesta al apego por parte de ellos, sin embargo para desarrollar un tipo de apego se necesita constancia y tiempo para que el bebe comience a integrar dentro de su mente, las representaciones internas tanto positivas como negativas. Con el paso de los años el tipo de apego desarrollado por el infante, va generando el tipo personalidad de la persona cuando se llega a la edad de la adolescencia y adultez.